
Sabemos que Jesús murió en la cruz a fin de garantizarnos la vida eterna. También sabemos que muy pronto vendrá para llevarnos al hogar celestial por toda la eternidad. Pero se ha preguntado ¿qué está haciendo Cristo en el cielo, en este mismo momento?
Muchísimos cristianos y personas en general no saben la obra especial que Cristo realiza ahora en el cielo, que se lleva a cabo en la actualidad, y que comenzó en 1844. En las siguientes líneas, analizaremos cuidadosamente lo que las Escrituras dicen acerca de la obra que Jesús está realizando por nosotros en el cielo. (Ver. Daniel 8:14)
El ministerio final de cristo en el santuario celestial el juicio investigador
“Estuve mirando -dice el profeta Daniel- hasta que fueron puestos tronos: y un Anciano de grande edad se sentó, cuyo vestido era blanco como la nieve, y el pelo de su cabeza como lana limpia; su trono llama de fuego, y las ruedas del mismo, fuego ardiente.” “Un rio de fuego procedía y salía de delante de Él; millares de millares le servían, y millones de millones asistían delante de él; el Juez se sentó y los libros se abrieron.” (Daniel 7:9-10). Ver también. Juan 5:22).
Así se presentó a la visión del profeta, el día grande y solemne en que los caracteres y vidas de los hombres habrán de ser revisados ante el Juez de toda la tierra, y que a todos los hombres se les dará “conforme a sus obras.” El Anciano de días es Dios el Padre. El salmista dice: “Antes que naciesen los montes, y formases la tierra y el mundo, desde el siglo y hasta el siglo, tú eres Dios” (Salmos 90:2). Él Autor de todo ser y de toda ley, quien debe presidir en el juicio. Y “millares de millares… y millones de millones” de santos ángeles como ministros y testigos están presentes en este gran tribunal. (2 Corintios 5:10; Romanos 14:10).
El juez se sentó y los libros se abrieron
A su alrededor se hayan millares de millares y millones de millones de ángeles fieles, y todas las miradas están fijas en el Juez. Allí, en sublime silencio, esperan anhelantes a Jesús, el sumo pontífice celestial, el abogado del pecador, aquel que ha de interceder por los casos de aquellos que figuran en los libros abiertos. Jesús estaba oficiando en el lugar santo, en el primer departamento del santuario celestial; ahora acompañado con una nube de ángeles y conducido por un carro de fuego, llega ante el Anciano de días. Entra en el segundo departamento: el lugar santísimo. Es el gran día de expiación del santuario celestial, el día en el cual los casos de todos aquellos cuyos nombres están escritos en el libro, serán investigados y decididos para saber si permanecen como miembros de la familia de Dios, o si serán cortados de entre su pueblo. (2 Timoteo 4:1-3). Delante del Anciano de días, están los grandes libros de registro del cielo, abiertos ante la ley que ha sido transgredida, y por la cual se juzgará toda obra. (Santiago 2:10-13).
Jesús, el abogado
En el juicio investigador, Jesús aparecerá como el abogado de ellos, para interceder en su favor ante Dios. “Si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo” (1 Juan 2:1). “Porque no entró Cristo en el santuario hecho de mano, que es una mera representación del verdadero, sino en el cielo mismo, para presentarse ahora delante de Dios por nosotros.” (Hebreos 9:24); “Por lo cual también, puede salvar hasta lo sumo a los que se acercan a Dios por medio de él, viviendo siempre para interceder por ellos.” Hebreos 7:25; 1 Tim 2:5; 1 Tim 5:24,25 Allí Jesús en la misma presencia de Dios, da principio a los últimos actos de su ministerio en beneficio del hombre, esta obra, es un juicio investigador que forma parte de la eliminación definitiva del pecado.
Registros infalibles
A medida que los Libros de memoria se van abriendo en el juicio, la vida de todos los que hayan creído en Jesús pasan ante Dios para ser examinadas, cada nombre es mencionado, cada caso cuidadosamente investigado. Ver. Apocalipsis 20:12.
Se conserva un registro de todos los pecados cometidos. Toda la impiedad del hombre, toda su desobediencia a las órdenes del cielo, se anotan en los libros celestiales con infalible exactitud.
El libro de la vida : Cuando nos convertimos en hijos de Dios a través de bautismo (Romanos 6.1-6), nuestros nombres se escriben en el libro de la vida del Cordero. Este libro contiene los nombres de todas las personas que desde los días de Adán han sido adoptadas en la familia de Dios, y le han servido. Y allí permanecen hasta el tiempo del juicio investigador, entonces el nombre de cada individuo será llamado, y su registro será examinado por aquel que le dirá: “Yo conozco tus obras.” Apocalipsis 2:2; 3:15. Ver. Lucas 10:20.
El libro de memoria: Hay otro libro que lleva el nombre de “libro de memoria”. En él se han registrado todas las buenas acciones de “los que temen a Jehová” “y… piensan en su nombre.” (Malaquías 3:16); Cada acción generosa, cada palabra amable, cada pensamiento tierno y cariñoso, ha sido registrado cuidadosamente.
También se ha tomado nota fiel de toda oración ofrecida, toda tentación resistida, todo mal vencido. Todo pequeño acto de abnegación por causa de
Jesús, toda prueba soportada por él, han sido escritos, y serán traídos a la memoria ante el Padre, cuando se llame nuestro nombre. Eclesiastés 12:13,14.
El libro de los pecados, o el libro de la muerte: Hay además un registro en el cual figuran los pecados de los hombres. “Pues que Dios traerá toda obra a juicio juntamente con toda cosa encubierta, sea buena o sea mala”. (Eclesiásticos 12:14); “De toda palabra ociosa que hablaren los hombres, darán cuenta en el día del juicio.” Dice el Salvador: “Por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado” (Mateo. 12:36-37).
Los propósitos y motivos secretos aparecen en el registro infalible, pues Dios “sacará a luz las obras encubiertas de las tinieblas, y pondrá de manifiesto los propósitos de los corazones” (1 Corintios 4:5 ). “He aquí que esto está escrito delante de mí, vuestras iniquidades y las iniquidades de vuestros padres juntamente, dice Jehová” (Isaías 65:6-7).
La obra de cada uno pasa bajo la mirada de Dios, y es registrada, e imputada, ya como señal de fidelidad, o de infidelidad. Frente a cada nombre, en los libros del cielo, aparecen con terrible exactitud cada mala palabra, cada acto egoísta, cada deber descuidado, y cada pecado secreto, con toda su artera hipocresía. Las admoniciones o reconvenciones divinas despreciadas, la influencia ejercida para bien o para mal, con sus abarcantes resultados, todo es registrado por el ángel anotador. (Mateo 10:26).
Los que son aceptados
Son los que hayan confesado y abandonado sus pecados antes que nuestros nombres sean llama dos a juicio. A todos los que se hayan arrepentido verdaderamente de sus pecados, y que hayan aceptado con fe la sangre de Cristo como sacrificio expiatorio, se les ha inscrito el perdón frente a sus nombres en los libros del cielo; como llegaron a ser participantes de la justicia de Cristo y su carácter está en armonía con la ley de Dios, sus pecados serán borrados, y ellos mismos serán juzgados dignos de vida eterna. El Señor declara por el profeta Isaías. “Yo, yo soy aquel que borro tus transgresiones a causa de mí mismo”. Isaías 43:25.
Los que son rechazados
Si descuidamos la confesión y abandono de nuestros pecados, Jesús no puede confesar nuestros nombres. Entonces nuestros pecados nos seguirán “después” y nos condenaran en aquel gran día grande y terrible. Y como resultado, en lugar de que nuestros pecados sean borrados del libro de Dios, serán borrados nuestros nombres del libro de la vida, y seremos cortados para siempre del pueblo de Dios. Apocalipsis 3:5.
Puede el pecador haber cometido sus malas acciones a la luz del día, o en la oscuridad de la noche, pero eran conocidas y manifiestas para aquel a quien tenemos que dar cuenta. Hubo siempre ángeles de Dios que fueron testigos de cada pecado, y lo registraron en los libros infalibles…
El pecado puede ser ocultado, negado, encubierto para un padre, una madre, una esposa, o para los hijos y los amigos; nadie, fuera de los mismos culpables tendrá tal vez la más mínima sospecha del mal; no deja por eso de quedar al descubierto ante los seres celestiales. La oscuridad de la noche más sombría, el misterio de todas las artes engañosas, no alcanzan a velar un solo pensamiento para el conocimiento del Eterno. Dios lleva un registro exacto de todo acto injusto e ilícito. No se deja engañar por una apariencia de piedad. No se equivoca en su apreciación acerca del carácter. Los hombres pueden ser engañados por los que tienen el corazón corrompido, pero Dios desenmascara todos los disfraces y lee la vida interior. (Lucas 8:17). ¡Que pensamiento tan solemne! Cada día que transcurre lleva consigo su caudal de apuntes para los libros del cielo. Una palabra pronunciada, un
acto cometido, no pueden ser retirados jamás. Los ángeles tomaron nota tanto de lo bueno como de lo malo. El más poderoso conquistador de este
mundo, no puede revocar el registro de un solo día siquiera.
Lista de pecados
La ley de Dios llega o penetra hasta los pensamientos y hasta las intenciones del corazón, esta escudriña las oscuras pasiones albergadas en secreto. Los
celos, la envidia, el adulterio, pensamientos impuros, el homicidio, la ambición, el orgullo, la intemperancia, el odio, la mentira, la codicia, el robo. Los libros del cielo registran pecados que se hubieran cometido si hubiera habido oportunidad. ¿Quién puede ser justificado delante de Dios? ¿Cuyas vestiduras están sin mancha? ¿Quién está sin defecto a la vista de un Dios puro y santo? Isaías 6:5; Zacarías 3:1,4; Roamanos 3:23.
El egoísmo escondido de los hombres aparece en los libros del cielo. Allí está el registro de los deberes que no se cumplieron para con el prójimo, el de su olvido de las exigencias del Señor. Allí se verá cuán a menudo se dieron a Satanás el tiempo, los pensamientos y las energías que pertenecían a Cristo. Bastante tristes son los apuntes que los ángeles llevan al cielo. Seres inteligentes que profesan ser discípulos de Cristo, están absorbidos por la adquisición de bienes mundanos, o por el goce de los placeres terrenales.
El dinero, el tiempo y las energías son sacrificados a la ostentación y el egoísmo; pero pocos son los momentos dedicados a orar, a estudiar las Sagradas Escrituras, a humillar el alma y a confesar los pecados. Mateo 19:23,24; Marcos 8:36,37; Lucas 12:16-21.
Primero el juicio de los muertos
Jesús está por abandonar el santuario celestial. Empezando el juicio con los que primero vivieron en la tierra, nuestro abogado presenta los casos de cada generación sucesiva y termina con los vivos. Así está escrito: “Porque es tiempo que el juicio comience en la casa de Dios; y si primero comienza con nosotros; cual será el fin de aquellos que no obedecen al evangelio de Dios.” 1 Pedro 4:17.
El Juicio de los vivos
Pronto llegará el día en que se considerará el nombre del último de los muertos. Entonces se comenzará a juzgar a los vivos y tendremos que comparecer, por así decirlo delante del tribunal de Dios. Aunque ignoremos el momento en que ello ocurra, el juicio proseguirá y se tomará la decisión final.
Cuando el juicio termine, nuestro Señor dejará el lugar santísimo en el santuario celestial, su obra expiatoria habrá concluido entonces resonarán estas palabras: “El que es justo, siga siendo justo… El que es inmundo, siga siendo inmundo.” (Apo. 22:11,12).
Por eso, ahora en los pocos días que nos quedan de este tiempo de gracia, debemos aceptar los beneficios y oportunidades que Jesús nos da, de confesarnos, de arrepentirnos en profunda humildad y purificar nuestras vidas obedeciendo y viviendo la verdad. Ver. Juan 17: 17; Proverbios 28:13: Hechos 2:37,38.
Dios es demasiado puro para contemplar la iniquidad; un pecado cultivado, un defecto de carácter es tan lamentable a su vista, que hace imperfecto al hombre y le cierra la puerta de la Santa Ciudad. El que entre en el cielo tendrá que tener un carácter sin mancha ni arruga ni cosa semejante. Nunca es tiempo oportuno para pecar, es siempre peligroso continuar en la transgresión. (Salmos 4:4). Ver Hebreos 3:7,8.